Como en tantas otras cosas, tarde pero a tiempo, volvemos la vista atrás intentando recuperar algo que casi perdimos. Olvidado en aras de la super-producción intensiva, del rendimiento a toda costa en el menor tiempo, y en detrimento de lo original y autóctono; de lo nuestro, en definitiva. Los usos de mejora de la cabaña española, de mediados del siglo pasado, dirigidos a la mezcla con sementales foráneos con objeto de llegar a ejemplares “perfectos”: más fáciles de estabular, y con un mayor rendimiento cárnico y lácteo. Llevaron a la práctica desaparición de algunas razas autóctonas en el territorio nacional. Tal es el caso de la vaca Pajuna o Castellana (por su inclusión con individuos castellano-leoneses), una variedad autóctona española y andaluza. Su docilidad y perfecta aclimatación a las condiciones de frío y altura fueron su perdición; pues, si bien era muy cotizada como vaca nodriza para producir terneros y como animal de yunta, la paulatina incorporación de medios mecánicos y el abandono del medio rural de altura (menos productivo) propició su perdida de ejemplares a favor de los de mayor rendimiento cárnico, que una vez mezclados con la dócil pajuna daban una mezcla “ideal de la muerte” para las producciones intensivas de la creciente industria cárnica de finales del siglo pasado.
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